jueves, 14 de marzo de 2013

PUÑADO DE PALABRAS


 
Dejar atascadas un puñado de palabras durante años incluso meses. Hoy he vuelto dicen muchos en horas de ida y vuelta en detalles de rebanar la vida cuando escribo; aun no encuentro en que página debes ir me imagino que la tostada y la taza de café a medio camino se sumergen cuando llegue la primavera en medio de un vestido floreado y una chica del otro lado de la ventana de Buenos Aires leyendo a la chica que es chelista y cuando el atardecer se aproxima se pasa los labios y sus mejillas de algodón en el alféizar de su ventana.

Aun no se en que página vas pero desde hoy he vuelto a llegar a derramar pinceladas de color a Melody en Santiago de Cuba.

martes, 3 de abril de 2012

Una Nueva Arteria de Inspiración



De un solo jalón sostuvo la primera taza de café que lograba extender la ansiedad por retomar de nuevo su novela. El sonido armónico del viento envuelve la pasión del bello abril mientras sus dedos se alistan para dejar horas de inspiración en hilvanar la historia que trae un dulce lugar de ternura en el mismo momento en que se desborda el amor puro de Dios sobre el texto….

Papel, portaminas y borrador y cientos de tazas de café que siguen ubicando los pómulos de algodón de una mujer virtuosa o el viaje tecleado en una máquina que sigue su curso y viaja trayendo sanidad a el huésped del corazón….
Retomo y nunca me vuelvo apartar de tu sueño Dios….

viernes, 29 de abril de 2011

¡Bello Abril!….


Volví una y otra vez a brincar en tus piernas para que la pequeñez de tus pestañas se afloje hasta que el sol inicie a caracolear en tus pómulos de melocotón. Seguís brincando hasta que el amor violeta se filtró en las ranuras de los ventanales y soltaste la margarita en el asfalto para llenar de ternura el balcón.
Bello abril que se encarga de abrazar el sol justo cuando el sueño de la luna se a próxima a florecer el romanticismo y como siempre, en la mesa solo había café con pan y un destello de estrellas que tejía la fascinante noche.
Te vi sentada en las margaritas de papel con los dedos anudando la bufanda, los pájaros de la noche cantan cuando el viento viene como la libertad a encrespar el aroma de tus cabellos.
Vuelves a besarme en el silencio de la noche donde tus ojos luminosos se quedaron inmersos en el pastel de arándano. El destello de tu sonrisa se encontró con la fugacidad de las galaxias y el rico frio se convirtió en un errante caminante.
Recuerdo que deje colgando dos lágrimas en el mismo balcón y la ternura que se esparcía en la noche muto al adiós de la belleza del abril….

martes, 11 de mayo de 2010

Luego Vendrá el Silencio




Había atravesado el amor y su infierno;
 ahora se peinaba delante del espejo,
 por un momento sin ningún mundo en el corazón.
Clarice Lispector
I
Esta noche, la 135, compartirán la cena. Ella traerá la comida desde su casa, pues hoy, día de su cumpleaños número dieciséis, prefiere comer en compañía de él antes que soportar una perorata más de su padre, quien nunca logró apartarse de la testarudez que le dejó la vida militar.
Al dar las ocho, ella tocará la puerta. Él tratará sin éxito de acomodar su pelo ensortijado, mientras se dirige a la entrada del apartamento. Serán cinco los pasos y dos vueltas de llave los que le permitirán verse reflejado en el brillo de los lentes que se interponen entre su mirada y los ojos de ella.
A diferencia de las ocasiones anteriores ella irá más lejos esta noche. Luego de saludarlo de mano –como ya es costumbre–, le estampará un beso en la mejilla. Ante esta nueva circunstancia, él permanecerá inmóvil por algunos segundos, absorto por el roce de aquellos labios. Acto seguido llegará para ella el estremecimiento, la sonrisa avergonzada y ese rosa tenue de sus pómulos que tanto encanto le confiere.
Cuando ella la sirva, la comida aún estará caliente. Él sacará de la nevera la caja con el vino que sobró de la noche anterior. El choque de los cristales dará inicio al ritual de la cena. Ella será la primera en llevarse a la boca una discreta porción de espagueti. Él la seguirá, privilegiando el segmento de su plato donde el queso se ha acumulado. Mientras comen, permanecerán en silencio, pero sus miradas hablarán en reemplazo de sus bocas.
                                                                     II                                                                     
Vendrán a la mente masculina los recuerdos de aquellos dulces sueños en los que un ejército de diminutas criaturas se apodera de su cama, haciendo de su cuerpo material de suministro.
El imponente amasijo de bichos pululará por doquier, enterrando sus fauces en la piel blanquecina del hombre que los sueña. Las ronchas, distribuidas por todas partes serán una sórdida cicatriz de guerra.
Ante la molestia producida por las picaduras, el hombre se revolcará entre las cobijas. Inconsciente, será presa de la tentación de rascarse y someterá la piel a la acción de sus uñas. Las erupciones acrecentarán esa contradictoria sensación de placer que tendrá rostro de mujer joven.
Cuando la luz regrese a sus ojos, estará sentado en la mesa, compartiendo la cena con ella.

III

Luego de lavar los trastos y de arrojar a la basura la caja de vino, la tensión será inocultable. Ella se quitará las gafas y dejará expuesto el verde de sus ojos en contraste con el amarillo flama de las velas y el rojo zanahoria de su cabello. Enceguecido por el efecto multicolor de la imagen, temblando, la tomará de la mano y sin pronunciar palabra la conducirá hasta su habitación.
Una vez adentro, ella notará la tenue luminosidad que se filtra por la ventana protegida por el velo de una cortina. En las paredes habrá varias imágenes fotográficas de personas que la miopía no le permitirá reconocer. Por la ausencia de los lentes todo le será borroso y el hombre le parecerá más joven, pues sus líneas de expresión serán imperceptibles fundidas en una sola mancha con el resto de su cara.
Él, sin soltarla de la mano, la invitará a sentarse en la cama. Ambos experimentarán una comezón subiendo por sus piernas. Ella lo asumirá como un reflejo de su nerviosismo y tratará de secar el sudor de sus manos con la sábana. Él la tranquilizará besándola en la frente, provocando otra vez su sonrisa.

IV
Ofrendado en banquete a sus hambrientos inquilinos, el hombre resignará sus impulsos y se abrazará a la masa que los conforma. Unidas por lo primitivo, las oníricas bestias se vestirán de mujer de ojos claros.
La conjunción de sus carnes servirá de molde para ese trasero flácido en el que sus manos encontrarán delirante placer. Los aguijones serán labios y las barrigas –atiborradas de sangre– pezones erectos.
La confluencia de imágenes y sensaciones se mezclará con la voz de la mujer que, cariñosa, le ofrecerá un pedazo de barra de chocolate que ha llevado para el postre. Él volverá a la realidad atrapada en su cuarto. Estará sentado frente a ella, con sus manos entre las suyas, mirándola a los ojos.

V
Pese al escozor que habrá llegado a su espalda, ella se dejará llevar. Él la tomará entonces por los hombros y terminarán unidos en un beso. Será el primero para ella, irresistible abismo ante el que su cuerpo duda.
Para ese momento las palabras se harán innecesarias. Tres besos en la boca. Labios deslizándose por el cuello. Ronchas surgiendo por todas partes. Una respiración entrecortada, frente a otra que crecerá en intensidad. Un choque involuntario de dientes. Las uñas aferrándose a la piel ajena.
Será la mujer quien tome la iniciativa y de un solo jalón le quite la camisa. El torso desnudo del hombre, lleno de picaduras, estará expuesto frente a ella, quien decidirá acariciarlo pasando sus manos sudorosas por los brazos y el pecho, hasta posarse en la espalda. Este gesto será respondido por él, sin otra opción a la de hacer lo propio. Entonces los senos de ella, pequeños y endurecidos, brincarán al librarse de la atadura del sostén.

VI
Sobre las diez de la noche, el ajetreo parecerá irreversible. Sin embargo, él recobrará la cordura cuando perciba en el rostro femenino una expresión desfigurada: el deseo. La tomará por el cuello y casi sin darse cuenta le quitará la vida en medio de un pataleo que no durará más de dos minutos.
Su mirada se ocupará de las formas básicas del cuerpo inerte. Le parecerá encantador su pecho salpicado de pecas, su piel blanca semitransparente, sus manos amoratadas y ese naranja degradado de sus vellos.
Terminará de desnudarla y recorrerá cada una de sus partes, descubriendo sus aromas más íntimos. La hará suya en señal de respeto, de la misma forma en que su padre lo hizo con su madre.
Luego vendrá el silencio y regresará la comezón.

martes, 20 de abril de 2010

La Espera


La espera  - `` Elena Soto Wilson``



``Una historia en tres punto cuarenta y cinco segundos``.

El rock de tu rock, complicado como siempre, en unos recuerdos míos que confundían la histeria, que destruían ausencias; eran las 3 y 45 y nada que llegabas, las tres y cuarenta y seis y nada, las tres y cuatro siete y aún no sucedía nada; las nubes eran grises, el granizo empezó a caer, yo me quedé sentado debajo del paradero, poco a poco quedé totalmente mojado  y golpeado, por la fuerza divina del cielo, el asco de la ciudad y lágrimas que se me escapaban. Las seis y cuarenta y cinco y la melindrosa ciudad por fin se apaciguaba, sin lluvia, pero aún letal, como las calles. Las seis y cuarenta y siete y vino una chica que me ofreció una chocolatina, las seis y cuarenta y ocho: abrí el empaque. Las seis y cuarenta y nueve y la chica me preguntó mi nombre. Las siete y cuarenta y cinco: empecé a toser. Las siete y cuarenta y seis y la chica me dijo que se iría, las siete y cuarenta y siete: la chica me miraba fijamente, a las siete y cuatro ocho se acercó y me besó; las siete y cuatro nueve y aún no se iba. Las ocho y cuarenta y cinco y yo recordaba una canción. Las ocho y cuarenta y seis y nada que vos llegabas, las ocho y cuarenta y siete y un bus se estrelló con el semáforo. Las ocho y cuarenta y ocho y la chica aún no se iba, a las ocho y cuarenta y nueve me preguntó ¿a quién esperas?
Las nueve y cuarenta y cinco y los ebrios empezaban a salir. A las nueve y cuarenta y seis la chica me rogó por última vez: Vente conmigo, sino te va a adsorber el frío. Las nueve y cuarenta y siete, aún no se me secaba la ropa. Las nueve y cuatro ocho, un viento que vino del oriente  me congeló los huesos; las diez y cuarenta y cinco y la chica volvió a besarme. A las diez y cuarenta y seis la chica me dijo adiós; las diez y cuarenta y siete, la chica se subió a un bus urbano. Las diez y cuarenta y ocho: un niño se sentó a mi lado a mirarme fijamente.
 
Las diez y cuarenta y nueve y vos seguías sin aparecer, a las once y 45 la ciudad ya me parecía fantasma. Las once y 46 y ya los miedos empezaban a pertenecer, las once y 47 y me dio hambre, las once y 48 y las mujeres alegres empezaron a salir, las once y 49 y se me acercó un travesti a decirme: ¿Dulzura y qué hacés por acá tan tarde? Las 12 y 45 y varias de ellas se sentaron a mi alrededor, las 12 y cuatro seis y la más joven me vio desde lo lejos fijamente. Las 12 y cuatro 7 y empezaron a llegar los clientes así que todas se fueron. Las 12 y cuarenta y ocho y la más joven me seguía mirando a lo lejos. Una y media de la mañana y nada que te daba la gana de aparecer, a la una y cuarenta y cinco empecé a perder la cordura, las y cuarenta y seis y Demencia tuvo su espléndida aparición, las y cuarenta y ocho y empecé a temblar, las y cuatro 9 y me comí las uñas.
A las 2:45 llovió de nuevo granizo. Las 2 y 46 y esta vez el hielo venía a velocidad de bala. 2:47, el agua se empieza a escurrir de mi cabeza, de mis mejillas, mezclándose con el vapor de la piel.  2 y cuatro ocho, levanté el rostro hacia el cielo, donde muy fiel me seguía esperando el Cinturón de Orión, tan fiel como yo contigo, con esa quietud molesta y tortuosa, con oscuridad alrededor que aterrorizaría cobardes.
   
Finalmente las 3 y cuarenta y dos de la mañana, ya la muerte me seducía. Las tres y cuarenta y tres y vi la horrífica sonrisa de su espectro, las tres y cuarenta y cuatro y ya la ciudad estaba muerta, más inerte que yo. Las TRES y CUARENTA Y CUATRO, con CINCUENTA Y NUEVE SEGUNDOS, ya era hora que en serio hubieras llegado. Porque sí, porque no y porque tal vez, fueron las tres y cuarenta y cinco. Y llegaste. Como una alucinación, incluso como un espectro o tal vez por designio divino. 
—Hola —dijiste.

—Hola —dije yo, que a pesar de lo que todos habían creído, si sabía hablar.

—¿Si ves? Soy puntual —terminaste.

—Si veo —terminé yo.

Entonces nos miramos, en medio de esa ciudad inerte con hedor molesto, donde los recuerdos ya no eran permitidos por la fugacidad de la conciencia, por los rezagos de la memoria; nos sonreímos, como dos cómplices de un crimen muy secreto, muy fugaz, muy bastardo. Y nos fuimos a complicar las razones, a enredar pasiones. Sabíamos que no era necesario decir nada, ni esperar menos, ni más, era lo suficiente. La medida adecuada de tiempo, de lluvia, de frío, de muerte, de vida, de voces, de espectros, de intentos, de fallos, incluso de inversos. Todo era consecuentemente absurdo y tan necesario como incoherente.
 

viernes, 16 de abril de 2010

Humo...



Presiento que el desayuno no entró bien; no siento nada, por eso mismo lo presiento. Calle ochenta, carrera once, diez treinta, o más tarde de la noche, un perro caliente, y a caminar se dijo; caminé una hora exacta, llegué. La calle estaba tranquila, hacía rico frío. Chapinero, subo a la séptima, está desocupada para mi. Ese beso último, quedó en el aire, allí habita bien lo adorado, la desesperación, el camino. El aire, resuelve hacerme trampa. Llegó, veo toda la vida empacada en cajas, las cajas de la vida. Es posible empacar la vida, quinientos de vida, tres en mil. Déme una docena de todos los colores, de esa y de esa, quiero tener para el cambio, por si se me funde la vida otra vez.

Como no decir que hoy es un buen día, si los míos, los que sé míos, que son pocos, son felices. Las pecas pequeñitas de mi madre, son lindas, sus ojos vivos, preocupados, llevan sobre sus parpados el peso histórico de la violencia. Ella ha enterrado tantos, yo he estado con ella en tantos entierros; entiendo no gustemos el uno del otro, como hacerlo, en conversaciones de mesa, con la comida en la boca, siempre hablamos de un entierro, del tío tal, o el primo pascual, o mi abuelo, su padre. Me preguntó por I la madre de T, la he visto últimamente, y será por eso que la caída de los últimos días ha sido desesperada. Lloramos juntos, mi vieja y yo somos un pozo de làgrimas sin fondo, será por eso que no gustamos el uno del otro. Un abrazo, es tibia, mi viejita linda, la quiero, pero quisiera quererla de mejor manera. Cuando se va, descanso. Me dice antes de subir al carro, que no quiere verme triste, que todo va a estar bien.

Camino, sigo caminando, lamento que los señores de las maquinas de humo blanco ya no operen sus armatostes; yo los imagino, los veo con sus gorros de rayas, la mancha de humo blanco, L sentada con las piernas cruzadas sobre un vagón, y nosotros saltando entre los vagones, el otro ángel y yo, el otro ángel gritando que si, que podemos llegar hasta el frente, L sonríe, volteamos a ver, ángel te abraza y te da un beso, yo los veo desde el fondo, agito la mano, los invito, ángel viene de nuevo corriendo, parece flotar, L no se mueve, nos ve, miramos a L, nos sabemos afortunados, que afortunados somos, ella nos sabe sus Ángeles.

No puedo quejarme de tener que sentir, me toca, es una obligación. Los días en la rutina de la discreción, a eso no se si podría llegar a acostumbrarme. El ritmo, la frase, la revisión de la última frase, la canción, el sistema de vaciado…this distance, quisiera escuchar cada una de sus voces, cada una, this dissolution, rasgar la voz, abrir la garganta, aire desde los laterales abdominales, like linked to memories while falling, la técnica no es difícil, lo extraño es sostener, levantar y hacer modular medios tonos, no forzar el aparato, pueden aparecer nódulos. Viene entonces la salida gutural, Surrender, i give in another moment is another eternity. No es tan difícil, escuchar la canción una y otra vez, hasta tener el tono…me divierte hacerlo mientras camino, resulta terapéutico…

Yo quise ser lo que he querido, no lo escogí, lo he sido tal vez… no entender la quietud o no ver un mandoble azul colgado en mi cinto, gritando, cargando, siendo hombres, quise eso, no lo tengo, quisimos ser hombre, en la cuna queríamos serlo y esto es lo que somos ahora, revisando la palma de las manos encontramos que no hay tierras dibujadas o hechas a fuerza de nada, somos lo que nos toca. Quise ser hombre y ya no se puede, ven, ya no hay ningún lugar donde ir, no hay maquinas de humo blanco y los ángeles usan palabras raras, armaduras transparentes, y no hay mandoble azul o negro en el cinto.

lunes, 5 de abril de 2010

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Pobre viejo aburrido. Dentro de poco tiempo me volveré tan huraño que me dejarán solo. Rondará por ahí la idea generalizada de que soy un malacara intolerante que sale corriendo.
La verdad de mi “secreto” salta a la vista: soy poco adepto a la discusión oral sobre “grandes” temas (aunque hay condiciones muy especificas que me permiten hacerlo, con Anacrito y Amleth, con A, con L y J ha funcionado otras veces). Me parece inconducente y no tengo paciencia. Desespero en seminarios, en bares y en cafés. Prefiero lo escrito (y académico).
Admiro su entereza socrática por aclarar los términos a partir de las preguntas. Pero.
A veces “no me aguanto”: digo, reclamo, cito. Pronto el interés cesa y es como si la sangre fluyera a mis pies.
El asunto se resume en: escepticismo, neurosis y (quizás, ojalá no) sub-estimación del intelecto (mío y ajeno).
No quiero ser así. Hoy es un día triste. Me siento apenado. Lamentablemente, la incomodidad es visceral, se manifiesta en lo físico. Cabeza, lagrimales, boca del estómago. Sumar cansancio corporal y falta de sueño. Maravilla.
¿A dónde voy?
Mi problema ¿es la intolerancia? Qué paradójico. Me convierto poco a poco en un anciano cascarrabias que se indigna más de la cuenta. Un loquito como Fernando (sin la genialidad quijotesca).
Ajá. Vivo en un mundo que me desagrada y me deprime cuando las personas se burlan de la pashmina rosada del joven de al lado (habiendo tantos asuntos más interesantes ¡por qué no dejan en paz a las personas!), cuando dos hombres no pueden sentarse solos en una mesa sin hacer referencias innecesarias, cuando dicen que la mujer entrega todo (jajajajaja) y el hombre “cuida lo suyo”; cuando yo mismo soy tan irresponsable e impulsivo como para haber dicho lo que dije en el viejo blog, cuando dicen de mí con tanta seguridad que no me gusta lo indeterminable (la androginia define mi gusto), cuando encasillan, cuando juzgan, cuando increpan en tribuna y el increpado se regodea sólo porque es el centro (egolatría inútil), cuando malinterpretan mi postura política y me cosifican, cuando el pelo define el género, cuando no nos preguntan. Cuando cuando cuando.