lunes, 28 de septiembre de 2009

Cabecita de huevo


A éste lo habían cogido metiendo vicio en el parque del barrio. Dizque apenas se dio cuenta cuando lo subieron a la camioneta, “suavecito”, pegado a la pata del bazuco que no le quitaron sino hasta el final, cuando ya estaba asegurado. Bien merecido se lo tiene. Los papás jodiéndose pa’que estudiara y él, de malandro en la calle, gastándose la vida en fumar maricadas, y esperando a la salida de los burdeles las puticas de quince años que salían a la madrugada, sólo pa’ seguirlas unas cuadras, esperar a que estuvieran desprevenidas y darles con toda.

Ya lo habían visto robando en el centro, le gustaban los celulares finos; la fácil, esperar en la puerta del bus a que las gomelas descuidadas los sacaran y ¡zás! La semana pasada, dicen, se había ido a averiguar un fierrito que lo librara de todo mal porque quería subir el voltaje, darle a las compraventas y chuzos de barrio.

Del susto se le pasó la traba. Lloró como una nenita, con el boquifrío en la boca. Con esa cara redondita de yonofuí toda cascada, apenas se le entendía. Que no me mate, papito, que yo dejo de robar, que me pongo a camellar, que mire que los cuchos, que mire que dejo de darle al vicio, todo bien.

Se meó en los pantalones. Era una nenita.

Bien merecido, digo, para él y pa’ los cuchos, porque le faltó juete en esta vida, le faltó la manito dura con la que hay que educar un vergajo de esos pa’ que no se le salga a uno de camino.

Y como él, otros cuatro, uno de cada barrio, pa’ ver si aprenden algo. Y eso que les avisamos, que si a las seis no se acostaban, pues los acostábamos nosotros. Hasta les rayamos las paredes, que no se les fuera a olvidar. Igual, uno no va a ser tan hachepé de ir y quebrar cualquier culicagao que ande por ahí, nosotros no somos matones; y si lo fuéramos, pues nada, uno primero sigue a la pinta un ratico, pa’ no irse a equivocar. Claro que no falta, pero las cagadas son las cagadas y en este negocio toca seguir adelante, sin importar los que caigan. Gracias a nosotros las cosas irán marchandito dentro de poco, porque hacemos valer las reglas a las buenas o a las malas.

Para pillarlos, la fácil es buscar quién los boletié; a veces es la misma tomba. Cansados de las maldades de los chinos, van y avisan, con nombres completos y direcciones. Eso pa’ vender a un chino de esos, cualquiera que no sea la madre.

Otras veces es el ejército, aunque casi siempre esos hacen la tarea solitos y después van y disfrazan al malandrín de guerrillo y sale pa’ pintura. Informe de bajas en las noticias: “Que en Aduanilla de Paiba, corregimiento alejado de la mano de dios, dieron de baja seis guerrilleros, que el presidente está contento, que bien por los muchachos”.

Ahora mi comandante pasará revista. Toca tenérselos listicos, tendidos uno al lado del otro, le gusta verlos en bola. Es lo primero que hace en la madrugada. Coge la linterna y va revisando desde los pies a la cabeza, a veces uno siente que el man se saborea viendo los cuerpos amoratados, se queda un buen rato mirándolos y siempre, con más frialdad que la de los morracos, pregunta por lo que falta. Y hay que tenérselo, no le gustan los inventarios incompletos y quien lleva del bulto cuando algo falta es el que los alista.

Después de mirarlos bien por un rato, empieza: —este la tiene muy cuadrada, el de allá está muy jetón y no rueda bien, a este habrá que quitarle las orejas, este otro se le bajan las ñatas, y queda listo.

Mientras escoge, me acuerdo que el último lo ganamos, cuatro a tres, y mi comandante quedó rabón, pero eso le pasa por escoger paquetes pa’ jugar. A veces pienso que no le gusta el fútbol, ya habría comprado un balón si así fuera, qué ganas de joderse uno las patas con eso tan duro. Sólo lo hace pa’ divertirse; escoge los equipos y a uno le toca aguantarse. Aunque siempre se hace en un equipo, pocas veces juega, generalmente se sienta sólo a ver y cagarse de la risa.

—¡Éste cabecita de huevo rodará de lo más de lindo!, está perfecto. Córtelo bien por la base, pa’ que podamos hacerle sin problemas. Los demás al hueco… o al río, usté verá –dice.

Pero no sé, pienso un rato lo de la cabecita de huevo. Es cierto que le soné el tote y lo alisté, pero de ahí a cortarle la cabeza y divertirme con ella… Uno no es tan matón como mi comandante, yo apenas me les burlo cuando se mean, pero no soy de los que se saborean viéndolos muertos y en bola.

Desde que no me ponga como arquero otra vez, todo bien, que coger esa maricada es un camello. Toda asquerosa y dando vueltas en el aire, mientras uno estira las manos, hace jetas y cierra los ojos, sólo para que siete maricas griten Gooooool y los otros seis lo miren a uno con cara de no sea niñita. Los quisiera ver cogiendo a mano limpia esa vuelta con las mismas ganas que la cogen a patadas.