martes, 10 de noviembre de 2009

Semillas de Lobo.


"Secando pimientos en Salta" - TERESITA NEUMANN

Mientras se pica la habichuela, no hay problema, mientras se pica la carne, menos, pero al llegar al champiñón, al llegar a esa tersa y babosa figura empuñando el-TRAMONTINA Inox-Stainless-Brasil, algo extraño sucede, es como si esa pequeña seta tuviera verdaderas entrañas de carne animal. Las hifas dan la impresión de contener un código que destiempla la médula propia. No resulta fácil picar una trufa de estas en soledad.

Ahora comprendo con toda la suficiencia del caso, las especulaciones cinematográficas de los años cincuenta; donde un ejército de tomates iracundos se toma una ciudad a sangre y salsa, y toda una verdulería infesta y despedaza a la especie humana hasta el fin de los tiempos.
Crece la sombra de su presencia. La olla bulle con furia, la salsa-infusión entre tomate, pimentón, carne y los pellizcos de albahaca intentan acallar la furia de esas pequeñas bestias, que sueltan insultos en el reventar de cada burbuja agitada: maricón, maricón, poco hombre… brup, brup, brup… lenguaje glucogenal, inentendible para mis conocimientos en lenguas.

En la primera agitada del guisado, aún se escuchan murmullos denigrantes, resuelvo entonces machacar con el borde de la cuchara las julianas de sus restos. A ver si se atreven de nuevo a esa sucia gritería sobre el plato.

En primera instancia la textura está bien, la conciencia de los sabores y la delicadeza de los aromas, logran enamorar al comensal en un primer acercamiento. Sin embargo, y no sabemos bien aún cómo catalogar este sabor, algo muy cercano a la amargura, logra sacar a este plato tradicional de la categoría de excelso…


—y entonces ¿Cómo carajos los echo entre la olla?

—enteros, no tiene porque caer en la vulgaridad del descuartizamiento.

—pero…y… ¿asearlos si puedo?

—por supuesto.

—¿mezclarlos?
—el asunto con las fusiones, es que ustedes no diferencian entre los bastardos impíos y los verdaderos seguidores de la orden del sabor.

Se sabe por ejemplo, que el pimentón es un bastardo, primo por el lado materno del ají. Este último sí es un verdadero heredero del sabor. No es de conocimiento popular, que el sabor del pimentón o pimiento rojo se popularizó después de una conjura, en la que un grupo de comandos élite de la pimientera, logró adquirir el tamaño de chiles pasilla, y así terminaron colándose de forma furtiva en las ollas de los colonos en las épocas de la conquista española. Sabemos también que los sajones no gustan mucho de este sabor. Distinguen el plagio.

—o sea que, con el pimentón no...


—preferimos que no, pero resulta que la recordación de ese bastardo, está grabada en las narices de los convidados, y nosotros al ser de más fina y suave disposición, perderemos. Es un trato de mala gana...

— ¿sí o no?


—tan solo si es de carácter obligatorio, en una salsa por ejemplo, pero en platos solitarios, nosotros nos defendemos con suficiencia

Luego de haber obtenido el reconocimiento internacional, una treta trapacera y maliciosa se urdió entre las Agaricus campestris. La venganza consistió en hacer un llamado en voces secretas (sépase que el idioma fungí es universal para la especie), al temible Aspergillus

Hoy luego de largos y dolorosos meses, muere de una infección pulmonar el aclamado y reconocido cocinero tradicional Don Mario. Paz en su tumba.