lunes, 30 de noviembre de 2009

Lunes es por…



Bajan unas gotas de angustia hoy…hoy las cosas deben cambiar, los recuerdos se abren paso sobre la certeza de ese cúmulo de frases azules. Descargar todo en una maleta, cuando digo todo, es la melancolía, el comentario siniestro. Lunes blanco, lunes que no es un lunes de bestiales rabietas. Me dijiste una noche que el champagne es más barato y mejor que el vino. Las burbujitas hacen daño, no producen las cosquillas de las que hablan siempre, es dulce, rica, maravillosa.

Vamos a entendernos mintiendo, mentir, ¿Qué es la mentira? Pregunta insulsa, boba si se quiere, repetida, obvia, cansada hasta el fin de los tiempos. Mentir resulta una forma criminal de habitar poéticamente…Lezama no encaja en esa presunción de habitar…


Ah, que tú escapes en el instante
en el que hayas alcanzado tu definición mejor.
Ah, mi amiga, que tú no quieras creer
las preguntas de esa estrella recién cortada,
que va mojando sus puntas en otra estrella enemiga.

Sin embargo miente…necesitamos mentir.


Vir, espero cenes rico, abrazado a los tuyos y estés dormida, sorbiendo burbujas bajo el puente de la satisfacción.

Ayer en la tarde dije tantas y tan buenas mentiras, todos sonreían, yo me escurría en silencio, pasaban papeles de una mano a la otra, yo tomaba café, estaba simple, soso, como las mentiras dichas. Estamos listos para mentir profesionalmente, él y yo. Reviso el catalogo, me gusta ver la imagen de una mujer con un viejo revolver entre la boca, ella se encuentra arrodillada, está desnuda, no tiene la intención de disparar, evita que el cañón vea su piel erecta, siente pudor; el siguiente cuadro, son las Meninas, una referencia común…qué tendrán de dañinos los lugares comunes, son todos nuestros, la visión de enterarse acaso que la verdad no habita en ningún lugar y está en esas esquinas de hombres borrachos, en burdeles baratos, con mujeres igual de baratas en imágenes más baratas aún, como corremos ante ellas, ante la vulgaridad de vernos reflejados en la vulgaridad de querer no serlo. Hola Vir, Lezama te saluda hoy…

Ya en tus oídos y en sus golpes duros
golpea de nuevo una larga playa
que va a sus recuerdos y a la feliz
cita de Apolo y la memoria mustia.
Una memoria que enconaba el fuego
y respetaba el festón de las hojas al nombrarlas
el discurso del fuego acariciado.

Se cae hoy en la trampa del hermoso inicio de semana, en el que pasan cosas que son todas al inicio de la semana, una caricia imaginada, un golpe certero en la cara de alguien imaginario, pues merece el gasto de la sinopsis imaginativa…

viernes, 27 de noviembre de 2009

´´Lazos´´ rotos



Las cosas no existen.
Lo que existe es la idea
melancólica y suave
que hacemos de las cosas


Me muevo con dolor. Ya me había pasado un par de veces. Es un dolor de pecho que arrastra la melancolía. Por ahí se asoma el sinsentido, que es capaz de detener cualquier actividad. Camino con dolor, me siento con dolor, escribo con dolor. Es sorprendente que el estado emocional se refleja allí, allí precisamente.
De cómo se acabaron las ganas de contar lo que me pasa. Se rompió el vínculo que implica el reconocimiento del otro (en este caso de mí) como persona. He sido cosificado una vez más. Con tanto que quería decir y preguntar.  
Hoy era un día de caminar, lo presentía. Majo cambio, me llené de decepciones. Cada una se enquista alrededor del epicentro doloroso, pellizca, empuja, destruye.
¿Cuántas carcajadas vacías se pueden vomitar al aire?  
Una máscara bastante simple es suficiente para no ser detectado…
Con tanto cansancio, estas cervezas me vendrán bastante bien. Aunque lo mejor sería una caricia lenta, un torso desnudo y caliente en donde apoyar mi cabeza, unas piernas delgadas en las que entrelazarme, unos dedos suaves para jugar. En fin, una excusa para dejar los deberes y quedarme entre las sábanas hasta que llegue el alba.
A cambio, acabaré estos sorbos, apagaré la luz, y escucharé Vaivén con la ventana abierta. Y mañana, de nuevo empezar.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Regreso



Es como querer volver sin saber muy bien a dónde; algo en la periferia del ojo, que desaparece cuando uno trata de enfocarlo. Angelo viene de regreso.

Debe ser que estoy pensando mucho en el regreso, de tanto leer una y otra vez el mismo cuento de González para diseccionarlo. El caso es que sí, retorno a lo que podría llamar una especie de normalidad: J y G en pareja y yo, únicas amistades; bares, cocteles, chicas, besos, baile, resaca. Soledad, otra vez, nada de grupos, lupas, borrachos, géneros, diversidad sexual, nada de nada. Televisión, pasta de almuerzo todos los días, siestas largas. Y ahora corregir más textos.   
Volver a atrás. Espantoso, pero tranquilizador. ¿Retornos saludables? Pizza, películas, cama y música.
Finalmente siempre es lo fugaz, lo inestable, lo temporal. Ráfagas de intensidad que se apagan para mí, dejando una suerte de ironía, una risilla frente al recuerdo. Es muy poco lo que dura, y por eso, muy poco a lo que se vuelve. No se tejen lazos reales, ni se construyen verdaderas relaciones. Nunca buscar a nadie. Desvanecerse en el pasado como un acontecimiento muy puntual, un performance, pero sin contenido, sin vinculación. Un performance fallido.  
Duran los libros, los dolores, la incomodidad, pero no lo humano.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Paranoia Ambulante no llena el Plato



No siento las piernas o los brazos, cuesta ser, y con la tarde linda que está haciendo. Me pregunto, ese último mensaje enviado, habrá causado problemas, espero que no…hay que trabajar, son seis cuentos esperando el turno para ser destrozados o simplemente, darles el Ctrl.E y supr…no  hay mucho con lo cual lidiar.
V hay que escribir… espero estés bien…
Que cáncer que soy, ni para suicida doy…aja, poeta entonces he de ser…no ya lo he sido y ese arrume de cuadernos y apuntes son una maldición en las mudanzas, que los tiro o no los tiro, que se quedan conmigo, eso es lo que vengo siendo, coño pero como pesan las cajitas con los dichosos apuntes y poemarios, creo que pesa más la pretensión que el contenido. Como siempre, esos son los temas recurrentes, los del tiempo, los de ser, los de no poder estar como se debe, el tiempo, la forma, el espacio entre lo que anhelamos y lo que somos, y de nuevo el fetiche, eso de ser…no podemos, finalmente eso no se puede, eso es lo que somos, maquinas de negación. Donde queda el absurdo allí quedan los motivos de los demás, de nosotros, que venimos siendo los otros para ellos para los que estamos en todos los agujeros… no, de nuevo da hambre, eso es mal síntoma, quiere decir de alguna mala manera que estoy aquí conmigo…como me aburro conmigo mismo, eso de repetirse tanto, cosas de ser siempre lo que no se puede, el fingimiento, la apariencia, caminar sin rumbo hacia el lugar común de caminar sin rumbo, dando tumbos sobre las frases que los demás han vivido, la jarra de agua que todos conocen y de la cual quieren hacer la gran historia, la vida que no es una gran historia, las historias que no pasan de ser chispazos, V tu eres ese bang, deslumbra… creerle a los chismosos acreditados, saber que ellos no saben de razones, sin embargo hacen razones de todos ellos, los que se prestan, me voy a morir de hambre hoy, toca ir donde la Doc a corregirle esa marranada de novela: Imagínese ustedes una novelita llamada…les cuento en persona, voy y me tiro la benefactora…
Y ahora, veo tu espalda en todas las espaldas de los que caminan frente o detrás de mí. Veo, no, ya no veo nada…que tembladera rara, un rebote de mierda, ya me cansé del sol…

martes, 24 de noviembre de 2009

Precisión Celestial.



Al aire caliente se funde con el aire frío. A miles de kilómetros de aquí. Se une. Se junta. Forma una estructura que no define una forma clara y específica. Está la típica imagen del algodón, pero una tarde en el césped la hace convertirse en un animal, un monstruo, recordar ese rostro, verla como resultado químico. Qué más da.  
El punto es que la combinación se satura, se llena y explota. Una gota de agua sigue las leyes descubiertas por newton. Baja. Siente los nueve-punto-ocho que la empujan. Cada vez más rápido. Más pronto. Más cerca. La presión, la velocidad, el rozamiento, la lejanía: resultado congelación. La fundición se ha convertido en un sólido tangible. El nueve-punto-ocho aumenta la velocidad. Y se acerca. Más. Más. Más. Encuentra un lugar caliente. El lado cálido se alegra. El lado frío tiembla pensando en el líquido.

Mi mano. Una taza de café. Una granizada. El momento preciso. El lugar justo.Mi mano mojada. La taza girada. El café en el suelo. En mi zapato una gota que fue sólida. Vuelve a ser agua. Se escurre hacia las suelas.


lunes, 23 de noviembre de 2009

Hamburguesas


Con este es el segundo cuento que pase a comité editorial del taller de Renata el cual saldrá próximamente en la publicación del libro. Espero que sea de bastante agrado para usted apreciado lector.

Una hamburguesa doble con queso, por favor.
¡María, doble con queso! -gritó el pecoso cajero asomado por entre la ventana de la cocina.
María ya estaba harta de hacer hamburguesas. Los trozos de carne chirreaban en la plancha como gritándole que huyera de allí. Se empinó para intentar ver el cálido sol a través de la ventana, pero lo único que veía era la espalda del pecoso cajero. Se sentía prisionera, obligada a hacer comida rápida para pagar su crimen. El crimen de tener que defenderse sola. El crimen de estar sola.
El olor de la carne a medio quemarse la despertó de sus pensamientos. Su sentencia debía seguir siempre un orden: sobre el primer pan, dos hojas de lechuga, luego una rebanada de carne (con queso derretido encima para este caso) y dos rodajas de tomate; después van las salsas.
Se empinó de nuevo para intentar ver el sol.
¿¡Dónde está la hamburguesa que te pedí!? -preguntó la pecosa cabeza que apareció flotando por la ventana.
Era momento de poner las salsas: dos de tomate, dos de mayonesa y una de mostaza. Ella seguía pensando en el sol, y estaba un poco molesta por el tono pedante del pecoso. Así que, en un arrebato de rebeldía e inspiración, dibujó con las salsas un gigante sol en la carne. Cerró la hamburguesa y la entregó al enfadado cajero.
 Mira a ver si la próxima te apresuras más, niña -dijo él; pero ella no lo escuchaba.
Estaba feliz. Aquel amotinamiento secreto, aquella ruptura de la norma era lo que necesitaba para darse un aire de libertad en medio de la condena. El resto del día dibujó soles en todas las hamburguesas, sencillas, dobles, con queso, con pollo, sin lechuga... Quería compartir con todos su alegría. Quería que todos, ese día, se comieran el sol en pequeños bocados de comida rápida.
Al día siguiente el cielo estaba oscuro, todo cubierto de nubes.
-Extraño. Es una ciudad cálida, y este tipo de tormentas no son muy comunes- le dijo una señora a otra mientras esperaban sus dos hamburguesas light. María, en la cocina, miraba con los ojos muy abiertos la carne molida baja en calorías. ¿Podría ser? Se preguntaba y negaba con la cabeza para quitarse la absurda idea de la cabeza.
Pasaron dos días más, y el sol no se veía por ninguna parte.
¡Ok, basta ya!, se dijo María al cuarto día.
Decidiendo que esa sería la única manera de demostrarse que ella no tenía nada que ver con lo que ocurría, durante ese día le dio de comer a todo el mundo nubes en sus hamburguesas. Dibujó nubes con forma de perro, con forma de peluche, o con ninguna forma aparente, pero con cualquier forma posible. Dibujó cúmulos, altostratus y cirrus. Dibujó nubes de medio día, hechas con mucha mayonesa; y nubes de atardecer, sólo con mostaza y tomate.
Al siguiente día (tal y como lo había predicho el grupo meteorológico) en el cielo no había un sola nube.
María estaba radiante. Tanto su trabajo como su vida entera brillaban con un resplandor que sólo lo dan los grandes propósitos.
Dibujaba carros para quienes veía llegar cansados de caminar; aviones, para los niños soñadores; bastones de caramelo, para los ancianos sonrientes. Eso sí, nunca más volvió a intentar jugar con el clima. Tampoco intentó comerse ella una hamburguesa que estuviera dibujada, pues, como persona insegura, pensaba que sólo ayudando a los demás podría ayudarse a sí misma.
Pero, después de un tiempo, incluso aquello del poder comenzó a volverse monótono. La tristeza de la soledad amenazaba con aparecer de nuevo en su rutina. No quería otra vez lo mismo; no quería de vuelta su vieja nostalgia vestida de harapos.
Un día, sintiéndose inspirada por la voz de uno de los clientes, cogió decidida la salsa de tomate. Respiró profundo ante la pechuga a la plancha ya sobre el pan. Reunió todo el valor que había en su ser y, moviéndose con rapidez, dibujó su corazón apretando con fuerza el tarro. Con los ojos cerrados cerró la hamburguesa y la entregó por la ventana.
Se quedó quieta y en silencio. ¿Qué había hecho? ¿Entregar así su corazón, a cualquiera, a un desconocido con voz profunda? Se asomo para ver quién era, pero ya no había nadie allí. No sabía qué hacer. Quería conocer a quien se había llevado la hamburguesa de pollo con porción extra de corazón. Salió a la barra de compras y le preguntó al pecoso que quién había hecho el pedido.
 ¿Qué haces aquí? Bah! Eres muy extraña. Fue ese, el gordo de allá. Un hombre gigantesco que se dirigía con pesados pasos hacia la salida, mientras se rascaba su gordo trasero con aparente placer, era quien había pedido la hamburguesa de pollo. María estaba aterrada.
 Pero el muy idiota no se la llevó. -continuó diciendo el cajero - Dijo que la había pedido sin salsa de tomate. Pero nunca l....
 ¿Qué hiciste con la hamburguesa? - no se sentía aliviada. El pecoso solía tirar las hamburguesas que devolvían, y ante la idea de que una rata o una cucaracha se enamoraran de ella, la imagen del hombre gordo rascándose le parecía idílica.
 ¿Qué demonio...- no terminó de preguntar, pues vio en María una gran preocupación; aunque no la entendía. -Se la di al chico nuevo, el de la freidora; parece que el pobre diablo nunca come. ¡Ahora vuelve a tu trabajo, loca!
No terminó de hablar, cuando ya María había entrado en la cocina. Allí estaba: joven, flaco, muy flaco, con la hamburguesa de pollo a medio comer en una mano, mientras con la otra escribía pequeñas palabras con las papas crudas, justo antes de sumergirlas en la freidora.


viernes, 20 de noviembre de 2009

UN BESO PARA DIOS




A la vieja porque cuando ora y mira al cielo cree.
Y al viejo porque cree cuando la mira a ella.


Las montañas: se levantan majestuosas como queriendo agarrar el cielo con las manos y lo mejor es que lo logran, lo acarician suavemente con la yema de sus cimas y en un segundo fisura con aire inquebrantable la paz de Dios. Así es el lugar, así es la vida. Primero un tango, después un rock; un silencio bien colado en la fila para no quedar de último, para alcanzar a amar aunque sea solo una vez.
¿Quién llego primero? No sé. Pudo haber sido mí abuelo o cualquiera, pues al fin y al cabo ya no importa por estas calles saber quien piso desnudo la yerba antes del cemento. Y sin embargo Pablo sabe que antes sí hubo amantes. Amantes que entregaban el alma en medio de pájaros y magia al lado de los ríos que llevaban peces cantores.
¡Que bien que todo este bien hoy! El vidrio, las ventanas: todo limpio. Encima; los recuerdos, y al frente la cama una mecedora que cuando se mece dice: ¡Ay carajo la vida!

¿Quién paro hoy el tiempo? Quién, si mi corazón late al ritmo de las rosas y el roció. Las cuatro y cuarenta. El reloj y la hora exacta para buscarte en mis memorias, en la ausencia de tus gritos. Como ayer. Como hoy, pero solo hasta que me canse de hablar en silencio y decida extraviarme entre la gente. Hay tres buses que sirven para viajar al jardín secreto de tu alma y ya perdí dos. Y usted señor lector no sabe pero mientras yo espero como arroz con huevo a la vez que escucho una salsa arrebatada. La salsa del ruido infernal de los carros, de los pensamientos. Afuera hay gente. En las librerías. En los bancos. Si me quedo dormido hoy y me despierto en diez años no creo que pueda ubicar en dónde estoy. Ni el lugar, ni los ojos enfrentados a un espejo. Y si es un espejo grande, de cuerpo entero, tal vez pueda ver la forma de mis sentimientos. Oscuro o claro; de alguna forma tenue. Blanco en el amor igual que tus manos desgarrando sueños. Inconcluso. Mejor un tinto bien cargado para dejar de creer en el destino. Incrédulo, ahora, a tu risa, a tu blanca piel.

Un instante en un papel, un olvido indescifrable. Tres gotas de agua en un jabón para lavar mi cuerpo del cansancio que produce la ciudad. Martín si alcanzo a ver los trenes. Al maquinista lo saludaba y de noche soñaba con sueños que olían a vapor y a hollín. Luego la lluvia. Inquietos los caballos sabiéndose inmortales sentían el sudor. La noche y el día, y la noche. Huevos pericos al desayuno. ¡Qué más gracia! Una pasión pasajera que ojala pase despacio y tenga aliento de mujer ardiente. No peligrosa. Suave como el agua al colarse entre los dedos. Despacio, bien despacio mientras me enamoro y busco otra. Ahora una canción y otra historia que contar. Tal vez de amor. Tal vez de más de dos. ¡Ojo y cuidado!, que a mamá leona también se la comió un tigre. Pero si usted me da un clavel esta noche me convierto en mago. En profecía. Y si la luna esta llena, y usted corre con suerte, también en lobo. Ojala con galletas, ojala con el viento a su favor. Sin tirar el pasado a pedazos si absoluto y vació esta el vaso.

La revolución va por dentro. Bendita imperfección que me hace y te hace humano. Igual que las manos delineando sombras. Hambrientas de pan y vino. De sangre y fe. ¡Cielo infinito! ¡Cantante de ilusiones! Albergue donde guardo mis más viejos miedos. Rincón del alma que se niega a perecer. Inmutable al cambio, a las tendencias. Paciencia que el sol no tarda en llegar. De costado o de frente, lo importante es que a tu vientre de luz. Sin rencores. Sin darle cabida al sentimiento que pudre el corazón. Sabor agridulce. Limón con sal sin aguardiente. Camino largo que me lleva al sendero de tu olvido. Ocaso sentado en una butaca. ¡Qué lindo y bello es el vuelo de los pájaros! El mar, y la sonrisa de una bella mujer. Escultor: ¿Cómo lo haces? Saca este dolor de mi pecho en forma de flor para que pueda sembrar magnolias de cariño con gotas de pasión. Olvido, yo siempre olvido. Fresco que ya no paso nada, o mejor, han pasado tantas cosas que todo da igual. Una señora paseando su ilusión en un coche con un poco de resignación. Antes hubo sueños rojos, hoy son verdes. Todo cambia. Sin ser mejor o peor: diferente. Vieja cuadra de juegos infantiles en donde aún el viento susurra picardía e inocencia. Ignorancia: para que más sabiduría. Oxigeno y oxidación. El bum bum de los tambores. Clase de poesía con Gadafi. Marlboro sin filtro viendo caer la ceniza al piso. Ritmo de gaitas. Abajo el telón para descansar de los actores. Función de martes a viernes. Entremés entre almuerzo y comida. Y yo vendo sueños a quien me los quiera comprar. No caros.

Y sabe, Martin jamás salió de esa traba. Pero peor Pablo que dijo que todo era mentira, que la vida era solo un juego de ruleta rusa, que nunca nadie había podido mejorar la naturaleza humana. Que todo era una vil mentira. Todo. Dijo, no nos acercamos a nada, solo vamos a la deriva dando vueltas en un barco, en un balón de mierda que esconde secretos, la olla a presión va por dentro, es como conocer mi miedo, el mismo tuyo, el de ambos, solo que ahora estamos juntos, juntos sintiendo frió, inflexibles a la muerte, descrestados con desdén por la lujuria, amasando caricaturas en la cama, haciendo el amor en las esquinas, donde sólo nos miran con hambre los perros, los ojos y las paredes se negaron a hablar, la locura se quedo en tu vientre, como de niños, ahora somos más animales que nunca, la verdad está cerca, la estamos acariciando, voy por dentro de tu alma y ahora sé que eres una perra y que yo soy un batracio, sé que te gusta verme detrás de la basura, arrastrado como ella, sin aliento pidiendo limosna, suplicando migajas al cielo, sobrepasando el limite cada vez que te desnudo, cada vez que te hago sentir que de racional no tienes nada, como si fueras una perdida, pero es mentira, todo es una mentira, para satisfacer tu ego te lo digo, todo vale nada, y esto otra mentira. ¡Qué tal! ¿Ah?

Claro, aun somos de barro. Pertenecemos al mar y a las lágrimas de quien nos desee amar. Al sol cuando derrite los pensamientos. Al calor del fuego cuando dobla el acero y cuando quiebra el sueño de los idealistas. Y al molde de la sociedad: gelatina. Carcajada. Puedo decir que no voy a estar, mentir, llorar y reír al mismo tiempo. Siempre voy a estar. En tu piel hay un lugar secreto que es mío, que no le pertenece a nadie por que nadie lo ha descubierto. ¿Sólo se ve lo que se puede ver? En el silencio… ¿Solo silencio? No. Silbatina y maracas. Desfile de soledades. Mascaras interminables que seducen, cortejan, y bailan. ¿Y sabe? A pesar de todo el delirio al final quedaron restos regados de antiguos guerreros. El reloj y la arena. Comienzos interminables que se fraguan cuando llega un nuevo adiós. Eternos ya por siempre. Como si fuéramos flan de queso esperando en la tienda, agujereados por las simples vicisitudes del destino. O como si sucediera que al final del camino no hubiera más opción que seguir caminando, cíclicamente. Porque créame que por aquí, uno tirado, al amparo de un libro, también pasa la historia.


jueves, 19 de noviembre de 2009

Múltiple Estafador.




Tengo un nuevo trabajo. En realidad no es tan nuevo, lo tengo hace un tiempo pero acabo de aceptarlo. Ahora soy estafador.
Un truhán. De baja estopa. Estafo a razón de 30 personas al día. No demoro más de una hora o a veces dos. Un promedio de una persona cada dos minutos. A lo sumo cuatro minutos. Ser un estafador me ha dado posibilidad de una vida cómoda y feliz los últimos cinco años. Solo se necesita ser un hipócrita y tener el descaro de una cara mediática.

¿Por qué se sientan frente a mí dos horas?, ¿por qué anotan lo que digo?, ¿porque me saludan con un temor revelado en burla cuando no estoy? hoy vi las caras de decepción de veinticinco personas cuando declaré: hoy no traje sus trabajos, los olvidé en casa. No era una excusa, hoy desperté a la madrugada y corregí de manera tranquila cada uno de los veintiocho proyectos de ensayo. Algo me hizo olvidarlos. Recuerdo que pensé en una sonrisa apenas disimulada entre labios delgados, quizá fue una caricia, un olor femenino, unas palabras escritas a la una de la mañana. O es posible que haya pensado en los pájaros de ayer: volando a ras de suelo, tomando hierbas secas, agrupados, moviendo sus alas hacia un lado y otro. Desee tener una cámara y... ¿se dan cuenta porqué los olvidé? digresión tras digresión. Así es mi día. Digresión tras digresión.

Solo me quedan dos opciones: reclamar mi derecho a estafar, dado que soy víctima de estafadores (de ellos aprendí, maestros en el arte) o salir de ahí y aceptar lo que venga. La primera me deja modo de vida, la segunda tiempo libre. No es posible tener las dos. Decidiré después. Aún me queda una temporada en el empleo. Ahora los puedo estafar consciente de mi traición. Quizá pierda el rostro mediático, quizá deje la mediocridad declarada hasta el día de hoy. ¡¿Qué hacer... qué hacer?!


miércoles, 18 de noviembre de 2009

Tal vez fue María Teresa León




Creo que unos días atrás había soñado con Amarilla. Sí. Había soñado que Amarilla y sus gatos recorrían las calles mientras la lluvia negra de la noche cubría la copa diminuta de los árboles. Creo que después entonces me enamoré del viento y de las cosas más insignificantes, de las hormigas, del arroz, de los helados de chocolate con nueces. El caso era que me había enamorado de alguien que estaba detrás del vidrio de los vestidos floreados y que desde ese vidrio me hacía señas con los ojos grandes, marinos, mediterráneos. Entonces Amarilla desapareció de los sueños juntando los pies y cambiando radicalmente de acera y todo con el fin de sumergirse durante veinticinco minutos con sus pájaros a solas en su casa. Se fue con dos paquetes de tostadas, dos barras de chocolatinas y por fin me dejó en paz. Se fue con sus gatos y a lo mejor se metieron a un bar y pidieron vodka con flores, con muchas flores. Una vez se deslizo Amarilla por dentro de mi nariz a ese olor que se siente a las cinco de la tarde en la parte más delgada de la sabana. Ese olor previo al enamoramiento. Tal vez alguna vez nos vimos lambiendo nuestros cuerpos por corrientes de chocolate caliente, tal vez ella estaba en el misma posición, tal vez tomamos café en la misma terraza a las cinco de la tarde o a las diez de la mañana, tal vez nos cruzamos en la misma librería y hojeamos los mismos libros, tal vez compramos y comimos del mismo pan, tal vez nos miramos bajo la ola amarilla del verano o tal vez nos soñamos mutuamente desde el fondo de nuestras sonrisas transparentes. 


Tal vez se llama Catherine, Julie, Christine, Odile, Lucile, Chantal, María, Therese, Benedicte, Caroline, Stephanie, Isabelle, Florence, Brigitte, Nathalie, Corinne, Virginnie, Alexandra, Laure, Anne, Emanuelle, Christianne, Anais, Marion y tal vez tiene todas las estrellas reunidas en la palma de sus manos, tal vez tiene mil caballos transparentes en su cabello dorado, tal vez tiene el sabor de de las flores amarillas de las montañas en su cuerpo, tal vez tiene un millón de rosas invisibles en sus labios dulces, tal vez tiene dos corazones, tres corazones, cuatro corazones, cinco corazones, mil corazones lindos que palpitan como relojes enamorados en la mitad de su carne, tal vez es capaz de hacer de nuevo el fuego, la rueda, los puentes, las ventanas, las puertas, los vientos, las sombras, tal vez sea amiga de los árboles, de los osos, de las águilas, tal vez las piedras, los caminos, los niños, los gatos, las calles, tal vez todo, absolutamente todo esté enamorado de esta mujer que tal vez se llama Catherine, Julie, Christine, Odile, Lucile, Chantal, María, Therese, Benedicte, Caroline, Stephanie, Isabelle, Florence, Brigitte, Nathalie, Corinne, Virginnie, Alexandra, Laure, Anne, Emanuelle, Christianne, Anais, Marion.

martes, 17 de noviembre de 2009

Bienvenidos sean sus besos Clandestinos…



Dos horas libres. Aprovecho para tomar un café y leer un poco. Busco una silla escondida, una esquina difícil de llegar. Me siento y, frente a mí, una pareja se toma de la mano. Ella no tiene más de trece, él no tiene más de catorce.   
Abro el texto con la pretensión de leer, pero me doy cuenta rápido que al avance en la historia será reemplazado por la observación. Mis ojos se desplazan hacia ellos: ahora se besan, en un beso largo, pasional. Me doy cuenta que, para la pareja, no valgo nada así que dejo el libro a un lado y los miro directamente. Tomo un poco de café, ya está frío. los besos adolescentes duran mucho, alcanzo a pensar varias cosas mientras el primer y único beso largo se termina: los pies de ella giran en la punta hay algo de infantil ahí, los pies de él golpean el piso como si siguiera una canción, las manos unidas atenazan un bolígrafo que extrañamente está a punto de caer, él la toma por detrás de la cabeza como acercándola, ella lo toma por la cintura no sé si lo aleja o lo acerca, cada extremidad se une al cuerpo del otro, como atenazándolo, aprendiéndolo. Al final, un gesto en la boca que llega a ser erótico, rubor de melocotón ascendiente, una sonrisa disimulada de los dos, sensibilidad que nace, hormonas que reclaman su existencia. Tomo otro sorbo de café. Llega un amigo a la mesa, los mira. "En esa época, cada beso -me dijo- debía durar exactamente uno de los lados de un vinilo; el beso se cortaba para cambiar el disco de lado y seguir con otro beso".

Felices tiempos aquellos de besos largos y apasionados. Felices momentos en los que se creía que cada amor era para toda la vida, y no creíamos que una pareja era el reflejo macabro de un monstruo arquetípico.

viernes, 13 de noviembre de 2009

AL DERECHO



Este es un ejercicio de creación que he estado haciendo últimamente acerca de los cinco cuentos que tengo que pasar al comité editorial del taller de Renata. Espero que sea de bastante agrado para los que degustan de una buena historia

Me dijeron que las negras, que la guerra, que la rumba, que las putas, que la droga, que la gente que estaba más loca que una cabra, pero yo llegué a Bogotá sabiendo qué quería de la vida. Antes había huido del mundo, de mis padres divorciados, de las raíces de mi pueblo, de la historia triste de mi vida. Antes, en verdad, huía de mi mismo, de mis achaques de joven lisiado.
Ya había pasado por México. En el DF me quedé dos años con una alemana de piernas largas y sexo fácil. ¡Pobre niña rica!, una puta que no le cobraba a nadie porque era más sola que una piedra. Curiosamente era una piedra hermosa, delgada, y ágil pero al mismo tiempo era la piedra más pérdida de toda esta generación de fantasmas.

Luego pasé por Nicaragua y viví en un pueblo de pescadores que mira hacia el pacifico, al sur. La vida en los caseríos, frente al mar, puede ser tan hermosa y cruel que cuando te das cuenta ya eres un mueble, ya eres una cosa que respira: una palmera, una lagartija, una estera, un grano de arena, una ola que viene y no vuelve. He pensado que puede ser el efecto del mar que con su rumor de las olas nos hipnotiza o puede ser por tener todo el día para no hacer nada y hacerlo. O sea, es la nada y la ruina fumando yerba en el olvido o ver pasar la infinitud de la vida follando con cualquier hembra hasta el hastío. Yo me hastié.


El destino me condujo a Panamá y allí me dediqué a perfeccionar mi español de Lisboa. Viví en una casa de techos rojos, de gente alegre. Me quedé con una familia que alquilaba habitaciones en el centro de la ciudad. Simpaticé con ellos, les gustaba que fuera extranjero y me convidaban a sus fiestas familiares como si fuera un primo más, un tío. Fui padrino de bautizo de uno de sus hijos y cuando les dije que me iba intentaron retenerme pero nada puede retenernos, nada ni nadie.


Todavía estando allí; una noche, a la entrada de una discoteca, una mulata, hija de negro y blanca, Cartagenera y periquera como ninguna otra haya conocido después, del color de la arena e ingrávida como la paloma, volvió a hablarme de Colombia –en México se habla mucho de Colombia, de su cocaína, de la marihuana que bajan de la Sierra, del vallenato, de los juglares.

Haciendo fila para entrar me dijo que en tres días volvería a su tierra: “Soy cartagenera pero vivo en Bogotá”.


La mujer era un encanto, parecía un animal que nunca antes había visto. Una sirena, una flauta, una nube. Así que no desperdicié la noche. Le dije: “Quiero que seas mi puta”; pero ella me dijo: “Yo no soy ninguna puta, estoy de vacaciones, estudio derecho, voy a ser abogada, me gusta la política y la historia antigua de Roma, así que sólo hago de puta para mis novios y tú eres un desconocido”. Luego sonrió.


En Lisboa mi padre sostiene que la religión que profesan todas las religiones es la religión del dinero; por eso no se considera un ateo. Mi padre en Lisboa es un hombre prospero que aplica el poder persuasivo del dinero en todos sus negocios; todo es corruptible, incluso las almas. Una tarde, después del accidente que tuve en la moto, me dijo: “el hombre que aprende a contar es presa fácil de sus cuentas, no lo olvides jamás…”


Esa noche, en medio de los tragos, yo me acordé de él, de su historia, de mis raíces, del hombre que soy y seré hasta que muera: un contador. Entonces le dije a la mujer que ya era polvo y arena: “Te doy tres millones si pasas la noche conmigo”.


Como era de suponerse ella pasó la noche conmigo, la teoría de mi padre resultó cierta. Ella contaba tan bien como yo, como todos.


Han pasado dos años desde aquella noche. Dos años desde que llegué a Colombia, a Bogotá. Dos años desde que la busco entre las negras, entre la rumba, entre las putas, entre la droga, entre una gente que está más loca que una cabra y que yo.


Llevo dos años aquí y nada que encuentro a la mujer que esa noche se robo la prótesis de mi pierna derecha y los sueños de mi corazón.


jueves, 12 de noviembre de 2009

El despertar de un gusano

Hoy amanecí con ganas de ser gusano, de estar clavado con alfileres que, en proporción, serán estacas de metal atravesando mi cabeza con total facilidad. Atravesado, disecado y expuesto sobre una plancha blanca frente a la que la gente dirá: "Mira, este parece un gusano de guayaba, pero más grande, más blanco y lánguido". No, la gente no habla así, a no ser que estén en una exposición de arte donde dicen 'lánguido' o 'metaficcional' para demostrar que saben, aunque no siempre sea así. Pero me pierdo del tema, me voy por las ramas arrastrándome como gusano.

No quiero levantarme de esta plancha blanca, y quiero que cuando quiera no pueda hacerlo, pues estaré clavado y expuesto como gusano de museo, iluminado y perdido entre insectos y animales.