martes, 23 de febrero de 2010

EL ACENTO

 
El Gobierno reconoció haber errado en la redacción del decreto de emergencia social. Y sólo bastó esa declaración para que M. – a quien tanto quiero – respondiera a mis críticas diciéndome: ¡¿Ves?! ¡Lo que importa no es equivocarse sino corregir y aceptar el error! ¡Eso demuestra el talante de nuestro Presidente! Y por una vez creo que M. tiene razón: este conflicto deja ver de forma muy clara el material del cual está hecho don Álvaro Uribe y el lugar exacto en el que suele poner sus acentos.

El acento es el énfasis. El acento es el punto de atención. El acento es la prioridad. Y quiero que miremos dónde ha estado ese acento en estos dos períodos presidenciales.

La seguridad

Durante casi ocho años el gobierno de Álvaro Uribe ha enfatizado en la seguridad. Hacia ese punto ha dirigido su brújula. Y no quiero discutir si ha tenido éxito o –como pienso- ha hecho de su intención una cortina de humo. Quiero dejar claro algo incontestable: el acento ha estado puesto en la guerra y no en la equidad: aún concediendo el hipotético triunfo de la seguridad, nuestro país es hoy más inequitativo que hace 10 años.

La economía.

Las impresionantes ganancias arrojadas en este período por los Bancos y las grandes empresas son muestra del propicio ambiente para la inversión que se ha generado en el país. ¿Y es eso malo? ¡Claro que no! Lo malo está en que no existe un marco que garantice que esas ganancias descomunales se reviertan en inversión o al menos en recaudación.
Mientras la economía marcha bien para las grandes empresas, el desempleo sigue rampante aunque el DANE insista en contar a los vendedores de dulces como empleados.
El acento, en la economía, ha estado puesto en las empresas, no en los ciudadanos.

La cultura y la educación

¿Ha puesto el gobierno acento alguno en la educación o la cultura?
No sólo no lo ha hecho sino que ha desplazado hacia la guerra una inmensa parte del presupuesto que le dedicaba, (guerra esta que anunció ganaría en seis meses y que ahora, tras ocho años, proyecta para cuatro más). El sólo municipio de Medellín destina para cultura una cifra mayor que la del Ministerio Nacional. ¿Algún ejemplo más claro sobre la gramática estatal?

La salud

Y acá vuelvo al tema con el que abrí.
Por mucho que se corrija o aún si se entierra el proyecto de Emergencia Social, es imposible desconocer su valor desenmascarador. Su utilidad como ejemplo preciso del lugar donde el Gobierno pone su acento. La ley en discusión es todo un esfuerzo destinado a salvar el “sistema” en detrimento de la salud de los pacientes.
Las fichas del estado se mueven a favor del empresario de la salud y no del enfermo, maquíllesele como se le maquille.

Y cuando se revisa cada acto gubernamental, cada política presidencial, cada directriz uribista, se descubre que el acento está puesto en la empresa y no en el empleado, en el poderoso y no en el débil, en el patrón y no en el estudiante, en el soldado y no en el campesino.

Mi querida M: saber cómo acentúa nuestro presidente nos debería ser de utilidad a la hora de decidir si queremos que él o sus escribanos sigan redactando nuestra historia. Revisemos los acentos y no olvidemos que Uribe es una palabra grave. Muy grave.

martes, 16 de febrero de 2010

Se nos fue…

 

El gordo Pardo murió de depresión estomacal aguda. El asiento del tripero, entró en huelga, luego de una larga y miserable dieta. El fin del tratamiento buscaba hacer crujir los huesos de la señorita Lina. Langaruta refinada que no soportaba a nadie que pasara de los sesenta kilos, pues la forma de sus senos y su credo en la maravillosa figura del hombre moldeado, le impedía acceder al despropósito de comer carne rellena de grasa. Soportaba, eso si, los ciento veinte kilos de fibra musculosa y bien torneada de Alonso, el Quijano mas idiota del barrio.

Puaccs, estereotipo del gordo que muere, y el bien formado, musculoso que triunfa en la caverna jugosa de una flacucha acartonada y prejuiciosa.

Pero así fue, que se le hace si así ocurren las cosas.
El gordo pardo, en sus mejores días, decía, que no iba a darle de comer carne dura a los gusanos, eso si que no. Él un amante de las criaturas vivas, se sacrificaba en nombre del bienestar del gusano.

Para resumir, apareció la entelerida, si, la niña Lina, con esos pantalones que dejaban ver que con una mujer se puede hacer caldo de aguja. Y claro, el gordo Pardo cayó redondo (más) frente a los huesos de la flaca.

Nada le valió: ni el agua, ni la Atkins, ni la falta de empleo o la cantaleta materna, nada El gordo no dejó de ser gordo y la flaca Lina, siempre sintió horcajadas al verlo.

Hoy estamos aquí en el funeral del gordo Pardo, representación absoluta de aquellos que renuncian hoy, en este mismo instante a un bocado grasoso o un pan blanco por bajar uno o dos kilitos. Que funeral tan lindo, hemos comido a gusto y estamos seguros, que si bien el gordo no logró el amor de la inmunda, pudo en vida conocer placeres orgásmicos desatados en el paladar y la lengua.

Mientras disfrutamos los placeres de la baja cocina popular y no francesa, a Lina le acaban la figura delgada en un acto de circo poco placentero, donde dos guapetones desgarran su concepto de belleza. En la mañana levantaran sus huesos y nosotros seguiremos levantando la copa con el padre del gordo Pardo.

¡Salud ¡ gordito.
Mala salida buscadora de huesos.

viernes, 5 de febrero de 2010

Piel…

 

Cómo vienen las oleadas de recuerdos de cada uno de los reencuentros que mi imaginación inventa, o cada una de las frases dichas de forma adecuada y relajada en medio de la sensación alucinante de estar. Y eso de estar que se me ha vuelto una obsesión, así como cada una de las palabras que han ido significando, derrotando, demoliendo. No, no se cómo vienen esas oleadas, puedo, en cambio presentir la razón o las posibles razones inventadas o no, de las caídas. Puedo lamentar lo que he escogido tratando de rehacer múltiples vidas. Puedo, claro que puedo hacer lo que me de la gana. Salir a lamentarme, eso se ve mal, desdibuja el argumento de la destrucción.

Es fácil dejar de ser maravilloso para los nuestros. Y los nuestros ya no lo son más, y no son más que otros más.

Una denuncia por maltrato es lo que debo instaurar en contra mía, deberían encerrarme por violencia intrafamiliar, de nuevo, o mutilar una de mis manos, o cansar alguna carcajada… o dejar de verte tanto a los ojos, vida mía, mi vida.
Ahora ya no puedo verme más triste. La tristeza debe salir a pasear y evitar la sonrisa de los que sé nuestros, míos no, nuestros, los que no son más que eso… nuestros…

El arpegio abre la racha de maldiciones, la cadencia me recuerda, me deja ver y oler las aceras nuevas, de nuevas personas, del nuevo mundo que desconozco y prefiero así. Puedo dejarte la piel, el reverso de mi calle, la primera caída, sin embargo no la se encontrar, no recuerdo el lugar exacto en la que deje de ver.

… por la manchega llanura se vuelve a ver la figura de Don Quijote pasar, va cargado de amargura, va vencido el caballero, de retorno a su lugar…

Vienen las gotas de agua que tanto he querido para todos nosotros, ya saben, el agua es tan buena, tan mujer ella… ¡ja!