viernes, 4 de diciembre de 2009

El Zancudo Aplastado…



Piquetes dejados en sus nalgas, revuelos por las orejas, las mejillas y sus labios, un tajo de comida para seguir escarbando la piel mullida y suave de las mujeres lujuriosas que se mixturan entre pómulos de melocotón con tristes vestidos a prueba de agujeros sensuales listos en ocultar las pecas de sus pechos mucho más sugestivos que pretenciosos. Ya había picado a una mujer de carácter bastante amargada era la oportunidad de convertirla en alguien alegre o triturar ese mal humor que llevaba desde que su marido había dejado los deseos por ella enquistados en las coperas.

Recuerdo que ya había llenado lo suficiente mi panza como para explotar y aparte de lo que algunos conocen sabemos que las zancudas hembras adultas suelen alimentarse de sangre a diferencia de los machos que se nutren del néctar y tienen sus antenas peludas. Seré franco con ustedes, estando a tres días a que la pulpa se resquebrajara un desequilibrio hormonal me invadió gran parte de mis antenas peludas transformándolas en chuecas antenas con segmentos finos y peludos. Las habladurías no se hicieron esperan, desde los Gonzales hasta la tupida familia de los Ramírez zafaban cada salivazo en el bar el zancudo aplastado ubicado en el viejo estanque.

No fueron suficientes las tardes de domino con inminentes sorbos de néctar etílico para dormir la lengua de cada uno de los zancudos de las familias. Tal vez ellos tienen razón en argumentar que mi padre zancudo no tuvo mano dura y no era para menos, en vez de descubrir lo habilidosos que deben ser los zancudos machos para picar día tras día el néctar de los ojos cristalinos de las zancudas adolecentes mis actitudes se concentraban en picar a los zancudos machos defendiendo mi condición sexual. Salto de la cama y me asomo por la rendija de la ventana, una zancuda rubia se está besando allí con un joven llenando esos besos de latigazos de seducción pasándolos por una corriente de aire que los arrastra definitivamente hasta la cama de sus padres.

Aquella bella zancuda rubia no representaba ninguna importancia para mí, pero después de observar como la sal de su garganta se soltaba como si un llanto de rabia se precipitara violentamente por las antenas del corazón, descubrí que la completa saciedad decae cuando el deseo se desvanece en la habitación. Antes de que la bella rubia llegue a lo mejor a la cama de sus padres entre la razón y el placer tal vez yo ya me vuelva a transformar en zancudo macho adulto para quitarle la ropa y su blanco cuerpo llene de luz el estanque oscuro de los antiguos chinches que serpentean el corazón…