viernes, 18 de diciembre de 2009

Simetrías





Leyéndote me puse a pensar en las condiciones de posibilidad de la simetría del tacto (y del beso). Ahora que lo pones es esos términos, tengo una nueva manera de presentar algunos de mis asuntos. En este caso, el problema ocasional puede ser explicado en términos de una incomunicación en la experiencia. Ni el tocado dice nada con sus dedos al rozarme, ni yo retribuyo nada a ella. A veces los besos no me hablan a través de la intencionalidad, ni yo hablo a través de ellos. ¿Qué debe andar mal para que se corte así lo simétrico?, ¿para que resulte, en ocasiones, escasamente unilateral? Seguro la división del pensamiento y el abandono del cuerpo juegan un papel. Cerrada, hermética en un mundo de ideas problemáticas (que no es más que una introspección enfermiza) se quiebra lo bilateral. Lo que debería ser presencia no lo es, a pesar de que el cuerpo esté efectivamente allí. Más allá del tacto y el beso, pienso en el sexo, en lo que puede bloquear el placer por medio de un cierre de la comunicación. Finalmente, la situación es similar, lo que debe ser simétrico no siempre lo es. Pero, además de la abstracción anti vital (más bien tanática), también puede entrar a jugar la calidad de lo que el otro “dice”. Por ejemplo, si se trata sólo de amantazgo, que es a lo que, lamentablemente o no, se han reducido mis relaciones amorosas últimamente, puede que el quiebre de la simetría se halle en el hecho de que, en este tipo de acercamientos, hay una cosificación y despersonalización. Tal relación, poco profunda, puede ocasionar mi partida (no corpórea). Aunque, claro, eso no debe ser necesariamente así. Todavía busco una relación que rompa con estos esquemas y me involucre en otro tipo de dimensiones, una relación sui generis que aumente mi potencia, así esté basada únicamente en el intercambio corporal.   

Pero es que, como tú también dijiste, somos muchos cuerpos (en tiempos diferentes). Quizás se trata de qué idioma habla cada cuerpo, en qué código se inscribe. De ahí viene la proliferación de seres que al final son uno mismo. Soy un cuerpo oculto cuando me establezco como un par académico con otro, cuando me empeño en una competencia intelectual de egos baratos. Soy un cuerpo abierto cuando me miran aquellos sobre los que tengo (o siento que tengo) poder sexual o de otro tipo; un cuerpo suplicante cuando quien más me gusta tiene todo el poder sobre mí; un cuerpo reducido cuando me siento horas y horas a leer o escribir; un cuerpo adolorido cuando me pongo a llorar…