viernes, 29 de mayo de 2009

¡UN BUEN LECTOR!

-Le dije que me dejara beber el jugo de naranja aunque tenga sabores insípidos y olores nauseabundos del corazón que me hizo transformar en un personajillo frívolo y terco, estas noches son bastantes menudas y caprichosas de ruidos traumáticos zafados por dos portazos que me derrumban en una cama de sabanas heladas y cobijas pretenciosas de motas capaces de remolinar mi insomnio. ¡Deja de ser pendeja!, nunca utilice palabras subidas de tono aunque no dude en cambiar las palabras por acciones repentinas de patearte hasta resquebrajarte cada hueso de las vertebras. Tenía algo en la cara, en los ojos, en la línea de la nariz o del mentón, en la forma de las orejas o de la frente, algo que me impedía dejar de mirarla, sin querer, como el vértigo de una caída que nos llama, a decir verdad era una diosa sacada de las portadas de los periódicos mas influyentes de un mundo absurdo y despiadado.

Después de tres horas en la misma mesa, con la misma naranja y sin razones para estar en ninguna otra parte, llame a la mesera. -oiga, usted de casualidad no ha visto a alguien, que no tenga nada que leer, y este interesado en mi novela-. Le pregunte en un tono ciertamente molesto, desprendiéndome de mi orgullo. –no, no señor acá solo vienen los obreros a tomarse un jugo de naranja, y de vez en cuando a comerse un pedazo de pastel, pero no, no señor, si quiere le pregunto, a don chepe, a ver si él sabe -. Su respuesta me tomo por sorpresa, pensé por un segundo que mi pregunta no había alcanzado a salir de mis pensamientos, pero con aquella respuesta me di cuenta que estaba en el aire, en aquella cabecita de cabellos rizados y labios angostos. Se noto que a la señorita, nunca nadie le había preguntado eso, también se le noto la voluntad y el afán de ayudar. -no. te preocupes-. Le dije en un tono mucho más amable.

Tome mi taza de café y la mire de lejos, cuando ella giro me vi expuesto, me encerró en sus ojos, no me daba espacio para moverme, seguramente le parecí un personaje extraño, o me le parecí a alguien de sus sueños con los que creyó casarse, luego, en lugar de soltarme la mirada, se acerco haciéndose la que limpiaba una mesa que parecía más limpia que las que estaban más lejos. En ese instante me vi en su vida, me vi aconsejando su ropa, y consintiendo sus caprichos, comprándole todas las rosas del mundo, No supe que preguntarle, pero no me apresure porque teníamos toda una vida por delante. Le pedí otro mocaccino, un bolígrafo y una servilleta, ella se oculto detrás del mostrador para sacar las papeletas de azúcar, me dispuse a escribir el poema más hermoso, me imagine las rosas que tendría que comparar con su piel, y alguien rompió el momento.

-Don chepe- como esta. El hombre gordo, se sentó en una mesa junto a mí, con una calculadora y un cuaderno, la mujer me pasó el esfero, la servilleta y la taza de café, le di las gracias de la manera más amable, pero ella pareció no darle importancia, yo me dispuse a escribir el poema más bonito del mundo. Ella se le acerco al tal chepe, y le trato de hablar bajito, pero no tan bajito como para no escucharle del todo lo que decía, señalándome con los labios, le dijo, - Don chepe, vea que tipo tan raro, llego hace rato y se tomo un Nescafé y me hizo una pregunta más rara, a mi se me hace que fue el mismo que se nos fue sin pagar la vez pasada, tiene la misma cara, lo que me hace dudar es la ropita que trae-. En ese instante anule mis pensamientos y cancele los pedidos de rosas, escribí una sola palabra en la servilleta, deje el dinero en la mesa, y Salí rápidamente de allí, ella corrió pensando que me había ido sin pagar, se acerco a la mesa, vio el dinero y la servilleta, la tomo y la leyó.- gracias-. Se extraño,- ¡gracias de que!- me grito a lo lejos. Sin explicaciones obvias y sin mirar hacia atrás me marche a mi casa con un lector más, porque para ser lector no es necesario leer mil palabras, con una basta.