martes, 20 de abril de 2010

La Espera


La espera  - `` Elena Soto Wilson``



``Una historia en tres punto cuarenta y cinco segundos``.

El rock de tu rock, complicado como siempre, en unos recuerdos míos que confundían la histeria, que destruían ausencias; eran las 3 y 45 y nada que llegabas, las tres y cuarenta y seis y nada, las tres y cuatro siete y aún no sucedía nada; las nubes eran grises, el granizo empezó a caer, yo me quedé sentado debajo del paradero, poco a poco quedé totalmente mojado  y golpeado, por la fuerza divina del cielo, el asco de la ciudad y lágrimas que se me escapaban. Las seis y cuarenta y cinco y la melindrosa ciudad por fin se apaciguaba, sin lluvia, pero aún letal, como las calles. Las seis y cuarenta y siete y vino una chica que me ofreció una chocolatina, las seis y cuarenta y ocho: abrí el empaque. Las seis y cuarenta y nueve y la chica me preguntó mi nombre. Las siete y cuarenta y cinco: empecé a toser. Las siete y cuarenta y seis y la chica me dijo que se iría, las siete y cuarenta y siete: la chica me miraba fijamente, a las siete y cuatro ocho se acercó y me besó; las siete y cuatro nueve y aún no se iba. Las ocho y cuarenta y cinco y yo recordaba una canción. Las ocho y cuarenta y seis y nada que vos llegabas, las ocho y cuarenta y siete y un bus se estrelló con el semáforo. Las ocho y cuarenta y ocho y la chica aún no se iba, a las ocho y cuarenta y nueve me preguntó ¿a quién esperas?
Las nueve y cuarenta y cinco y los ebrios empezaban a salir. A las nueve y cuarenta y seis la chica me rogó por última vez: Vente conmigo, sino te va a adsorber el frío. Las nueve y cuarenta y siete, aún no se me secaba la ropa. Las nueve y cuatro ocho, un viento que vino del oriente  me congeló los huesos; las diez y cuarenta y cinco y la chica volvió a besarme. A las diez y cuarenta y seis la chica me dijo adiós; las diez y cuarenta y siete, la chica se subió a un bus urbano. Las diez y cuarenta y ocho: un niño se sentó a mi lado a mirarme fijamente.
 
Las diez y cuarenta y nueve y vos seguías sin aparecer, a las once y 45 la ciudad ya me parecía fantasma. Las once y 46 y ya los miedos empezaban a pertenecer, las once y 47 y me dio hambre, las once y 48 y las mujeres alegres empezaron a salir, las once y 49 y se me acercó un travesti a decirme: ¿Dulzura y qué hacés por acá tan tarde? Las 12 y 45 y varias de ellas se sentaron a mi alrededor, las 12 y cuatro seis y la más joven me vio desde lo lejos fijamente. Las 12 y cuatro 7 y empezaron a llegar los clientes así que todas se fueron. Las 12 y cuarenta y ocho y la más joven me seguía mirando a lo lejos. Una y media de la mañana y nada que te daba la gana de aparecer, a la una y cuarenta y cinco empecé a perder la cordura, las y cuarenta y seis y Demencia tuvo su espléndida aparición, las y cuarenta y ocho y empecé a temblar, las y cuatro 9 y me comí las uñas.
A las 2:45 llovió de nuevo granizo. Las 2 y 46 y esta vez el hielo venía a velocidad de bala. 2:47, el agua se empieza a escurrir de mi cabeza, de mis mejillas, mezclándose con el vapor de la piel.  2 y cuatro ocho, levanté el rostro hacia el cielo, donde muy fiel me seguía esperando el Cinturón de Orión, tan fiel como yo contigo, con esa quietud molesta y tortuosa, con oscuridad alrededor que aterrorizaría cobardes.
   
Finalmente las 3 y cuarenta y dos de la mañana, ya la muerte me seducía. Las tres y cuarenta y tres y vi la horrífica sonrisa de su espectro, las tres y cuarenta y cuatro y ya la ciudad estaba muerta, más inerte que yo. Las TRES y CUARENTA Y CUATRO, con CINCUENTA Y NUEVE SEGUNDOS, ya era hora que en serio hubieras llegado. Porque sí, porque no y porque tal vez, fueron las tres y cuarenta y cinco. Y llegaste. Como una alucinación, incluso como un espectro o tal vez por designio divino. 
—Hola —dijiste.

—Hola —dije yo, que a pesar de lo que todos habían creído, si sabía hablar.

—¿Si ves? Soy puntual —terminaste.

—Si veo —terminé yo.

Entonces nos miramos, en medio de esa ciudad inerte con hedor molesto, donde los recuerdos ya no eran permitidos por la fugacidad de la conciencia, por los rezagos de la memoria; nos sonreímos, como dos cómplices de un crimen muy secreto, muy fugaz, muy bastardo. Y nos fuimos a complicar las razones, a enredar pasiones. Sabíamos que no era necesario decir nada, ni esperar menos, ni más, era lo suficiente. La medida adecuada de tiempo, de lluvia, de frío, de muerte, de vida, de voces, de espectros, de intentos, de fallos, incluso de inversos. Todo era consecuentemente absurdo y tan necesario como incoherente.
 

viernes, 16 de abril de 2010

Humo...



Presiento que el desayuno no entró bien; no siento nada, por eso mismo lo presiento. Calle ochenta, carrera once, diez treinta, o más tarde de la noche, un perro caliente, y a caminar se dijo; caminé una hora exacta, llegué. La calle estaba tranquila, hacía rico frío. Chapinero, subo a la séptima, está desocupada para mi. Ese beso último, quedó en el aire, allí habita bien lo adorado, la desesperación, el camino. El aire, resuelve hacerme trampa. Llegó, veo toda la vida empacada en cajas, las cajas de la vida. Es posible empacar la vida, quinientos de vida, tres en mil. Déme una docena de todos los colores, de esa y de esa, quiero tener para el cambio, por si se me funde la vida otra vez.

Como no decir que hoy es un buen día, si los míos, los que sé míos, que son pocos, son felices. Las pecas pequeñitas de mi madre, son lindas, sus ojos vivos, preocupados, llevan sobre sus parpados el peso histórico de la violencia. Ella ha enterrado tantos, yo he estado con ella en tantos entierros; entiendo no gustemos el uno del otro, como hacerlo, en conversaciones de mesa, con la comida en la boca, siempre hablamos de un entierro, del tío tal, o el primo pascual, o mi abuelo, su padre. Me preguntó por I la madre de T, la he visto últimamente, y será por eso que la caída de los últimos días ha sido desesperada. Lloramos juntos, mi vieja y yo somos un pozo de làgrimas sin fondo, será por eso que no gustamos el uno del otro. Un abrazo, es tibia, mi viejita linda, la quiero, pero quisiera quererla de mejor manera. Cuando se va, descanso. Me dice antes de subir al carro, que no quiere verme triste, que todo va a estar bien.

Camino, sigo caminando, lamento que los señores de las maquinas de humo blanco ya no operen sus armatostes; yo los imagino, los veo con sus gorros de rayas, la mancha de humo blanco, L sentada con las piernas cruzadas sobre un vagón, y nosotros saltando entre los vagones, el otro ángel y yo, el otro ángel gritando que si, que podemos llegar hasta el frente, L sonríe, volteamos a ver, ángel te abraza y te da un beso, yo los veo desde el fondo, agito la mano, los invito, ángel viene de nuevo corriendo, parece flotar, L no se mueve, nos ve, miramos a L, nos sabemos afortunados, que afortunados somos, ella nos sabe sus Ángeles.

No puedo quejarme de tener que sentir, me toca, es una obligación. Los días en la rutina de la discreción, a eso no se si podría llegar a acostumbrarme. El ritmo, la frase, la revisión de la última frase, la canción, el sistema de vaciado…this distance, quisiera escuchar cada una de sus voces, cada una, this dissolution, rasgar la voz, abrir la garganta, aire desde los laterales abdominales, like linked to memories while falling, la técnica no es difícil, lo extraño es sostener, levantar y hacer modular medios tonos, no forzar el aparato, pueden aparecer nódulos. Viene entonces la salida gutural, Surrender, i give in another moment is another eternity. No es tan difícil, escuchar la canción una y otra vez, hasta tener el tono…me divierte hacerlo mientras camino, resulta terapéutico…

Yo quise ser lo que he querido, no lo escogí, lo he sido tal vez… no entender la quietud o no ver un mandoble azul colgado en mi cinto, gritando, cargando, siendo hombres, quise eso, no lo tengo, quisimos ser hombre, en la cuna queríamos serlo y esto es lo que somos ahora, revisando la palma de las manos encontramos que no hay tierras dibujadas o hechas a fuerza de nada, somos lo que nos toca. Quise ser hombre y ya no se puede, ven, ya no hay ningún lugar donde ir, no hay maquinas de humo blanco y los ángeles usan palabras raras, armaduras transparentes, y no hay mandoble azul o negro en el cinto.

lunes, 5 de abril de 2010

Not Avalaible for Discussion

Pobre viejo aburrido. Dentro de poco tiempo me volveré tan huraño que me dejarán solo. Rondará por ahí la idea generalizada de que soy un malacara intolerante que sale corriendo.
La verdad de mi “secreto” salta a la vista: soy poco adepto a la discusión oral sobre “grandes” temas (aunque hay condiciones muy especificas que me permiten hacerlo, con Anacrito y Amleth, con A, con L y J ha funcionado otras veces). Me parece inconducente y no tengo paciencia. Desespero en seminarios, en bares y en cafés. Prefiero lo escrito (y académico).
Admiro su entereza socrática por aclarar los términos a partir de las preguntas. Pero.
A veces “no me aguanto”: digo, reclamo, cito. Pronto el interés cesa y es como si la sangre fluyera a mis pies.
El asunto se resume en: escepticismo, neurosis y (quizás, ojalá no) sub-estimación del intelecto (mío y ajeno).
No quiero ser así. Hoy es un día triste. Me siento apenado. Lamentablemente, la incomodidad es visceral, se manifiesta en lo físico. Cabeza, lagrimales, boca del estómago. Sumar cansancio corporal y falta de sueño. Maravilla.
¿A dónde voy?
Mi problema ¿es la intolerancia? Qué paradójico. Me convierto poco a poco en un anciano cascarrabias que se indigna más de la cuenta. Un loquito como Fernando (sin la genialidad quijotesca).
Ajá. Vivo en un mundo que me desagrada y me deprime cuando las personas se burlan de la pashmina rosada del joven de al lado (habiendo tantos asuntos más interesantes ¡por qué no dejan en paz a las personas!), cuando dos hombres no pueden sentarse solos en una mesa sin hacer referencias innecesarias, cuando dicen que la mujer entrega todo (jajajajaja) y el hombre “cuida lo suyo”; cuando yo mismo soy tan irresponsable e impulsivo como para haber dicho lo que dije en el viejo blog, cuando dicen de mí con tanta seguridad que no me gusta lo indeterminable (la androginia define mi gusto), cuando encasillan, cuando juzgan, cuando increpan en tribuna y el increpado se regodea sólo porque es el centro (egolatría inútil), cuando malinterpretan mi postura política y me cosifican, cuando el pelo define el género, cuando no nos preguntan. Cuando cuando cuando.