jueves, 23 de julio de 2009

LOS FARISEOS

-¡Él no fue!
- Vea joven, el tema de quién fue o no fue es asunto de la Policía, no suyo; así que agradezca más bien que pudo recuperar la billetera, en fechas como éstas la inseguridad se incrementa y para una próxima ocasión no correrá con la misma suerte. Ramírez, tómele los datos al joven que ya me voy.
-Como diga mi Capitán.
Mientras el Comándate se aleja de la oficina, el Teniente Ramírez, como le dicen acá, sin mirarme a la cara me pasa un formato para demanda: necesito que redacte los hechos y coloque su firma y cédula aquí (me indica con un esfero) aquí otra y por último otra aquí.
-Usted sabe que no fue él ¿verdad?, que el verdadero ladrón es otro.
El Sargento Ramírez, quien desde lo sucedido no me miraba a la cara, lo vuelve a hacer para decirme en voz baja: a la gente no le interesa quién es el culpable sino que haya uno y en este caso como en otros, se escoge el más conveniente. Termine ahí y márchese, en su casa lo deben estar esperando con jaiba o trucha (ríe), éste no es el mejor sitio para pasar un Viernes Santo. ¡Haber, haber cuál es el escándalo! Dice caminando hacia un par de putas que acaban de traer a la estación.
Antes de llenar el formato salgo a la puerta, prendo un cigarro (lo necesito), de una tienda que está al lado de la estación sale música, el televisor de la recepción tiene sintonizado el noticiero, allí se muestra el río de gente que ha asistido a las procesiones, viacrucis y cuanto evento religioso de los que por estos días se hacen en el país. Vuelco mi mirada hacía el formato para escribir lo sucedido, no me salen las palabras, sólo… recuerdo estar caminando por la diecinueve con séptima, o mejor dicho, tratando de salir de allí (tan sólo fui al centro para recoger con urgencia el portátil que me arregló un amigo) con la muchedumbre, los vendedores ambulantes, los curiosos “shows del rebusque” se me pasó el tiempo y me entretuve.

Una señora muy bien arreglada interrumpe mi recuerdo. Se acerca a la recepción “vengo por María José Vásquez Holguín” dice, mirando a los presentes como se mira una bacteria a través de un telescopio. Sin importarme dicha señora, me percato que en la tienda está sonando “Los fariseos” de Richie Ray y Bobby Cruz, aquella que en su coro dice: “que suelten a Barrabas, pedían los fariseos” no la escuchaba desde hace tiempo pero sé que la tengo en un CD de la Fania.
Sigo recordando. Ya en la Jiménez y antes de coger el Transmilenio, me acerqué a ver cantar tango a un hombre viejo que con mucho sentimiento, entretenía a los transeúntes. Mientras miraba el espectáculo, al otro lado y de frente a mí, un hombre descachalandrado, descuidado, abandonado ¡más no un gamín! me miraba. A mi derecha se encontraba una señora con más de cinco niños, a la izquierda una pareja de novios y detrás un hombre bien vestido con chaqueta café en gamuza (mi papá tuvo una así). Inquieto por la mirada de aquel sujeto me hice espacio en otro lugar; sin embargo ese hombre me seguía y seguía mirando, ya nervioso decidí irme de allí pero mientras caminaba para coger mi transporte el descachalandrado se me vino detrás. Caminé dos o tres cuadras, con tanta gente a lo mejor fueron menos, de la nada me salió a la esquina… ¡mierda me van a robar!, Pensé. La espalda me sudaba, las manos me temblaban, yo cogía con todas mis fuerzas el portátil, el hombre me arrinconó contra la pared, el tiempo se detuvo, escuché gritar: ¡ay lo van a robar!, ¡llamen a la policía!; pero nadie hizo nada, al contrario, esas mismas personas que gritaban, en cambio de ayudarme se hicieron a un lado.
El tipo me cogió el brazo a la fuerza, me abrió la mano y dijo: fresco mono que no le va a doler. Me dio mi billetera, -el mansito que tenía detrás, lo estaba chalequeando, yo pensaba que se las había pilla´o. Tome-. Terminó diciendo.
El corazón me volvió a latir, en ese instante no me salieron palabras para dar las gracias, segundos después (cosa extraña) llegó la policía. Y todos empezaron a inculpar a aquel hombre inocente: ¡llévenselo!, ¡es un ladrón!, ¡yo vi cuando le quitó la billetera!, ¡si yo también lo vi!, ¡pobre muchacho vea como quedó!, ¡llévenselo!...sólo hasta ahora, ni siquiera cuando se lo llevaron en la patrulla y aún cuando ya había explicado que él no me había robado, que por el contrario me había ayudado… caigo en cuenta de la actitud de la gente, son unos ¡FARISEOS!. -¿Perdón?,- me pregunta un policía,- fariseos, los fariseos es el nombre de la canción que aún está sonando.
El Teniente Ramírez sale de su oficina para informarle a la señora de estrato veinte, que es la última vez que sus influencias van a servir para impedir la entrega al Bienestar Familiar de su hija, de dieciséis años que se prostituye plácidamente por las calles no del norte sino del centro de la ciudad.
–Y usted ya acabó- pregunta dirigiéndose a mí.
-Si ya acabe- contesto, entregando el formato
“Él no fue” lee el comandante. – ¿Está seguro de lo que hace?
-Si- le respondo.
Dos horas más tarde y al mismo tiempo en que sale la hija puta de la familia “Riky Ricon” me acerco para agradecerle a aquel hombre quién sin rencor o rabia alguna me contesta: Siempre los justos pagarán por los pecadores. Recuerdo, entonces, que aún es Viern
es Santo.