viernes, 6 de noviembre de 2009

Día 5.

Es inevitable. Muchas veces me acomodo al borde de las cosas, meto los pies en una ciénaga pestilente y pienso. La porquería refresca cuando de pies se trata. Las ciénagas pueden ser muchas, o también ninguna, eso depende del estado del alma. Algo así como cuando te investigan para un crédito, te aprueba o no. Aprobar tu comportamiento, me decía. Se sentaba y metía los píes junto a los míos. Nunca con los míos. Yo quería rozarlos, que se fundiera su tuétano con el mío y crear una misma sangre, pero no. Empujaba mojones con el dedo gordo, jugueteaba hasta hacerlos subir un poco arriba del tobillo pintándoselo de ocre, después me enseñaba la mancha como la más grande obra de arte, a la que insinuaba con la mirada frívola de quien busca conquistar darle el apelativo que, creía, mejor la definía: el de contemporáneo. Nunca se lo discutí, es que hay Arte y arte, pero eso era pura y física mierda. Uno se esfuerza por hacer las cosas bien, por lavarse los pies de vez en cuando, aunque es imposible andando este mundo, pero las ganas son las que cuentan.

Me acomodo al borde de las cosas, y pienso. No puedo aprobar tu comportamiento, me decía, miraba con los índices entre las orejas, anegada hasta las rodillas de mierda; digo anegada porque eran dos cilíndricas y huecas formas que se llenaban ininterrumpidamente. Nunca supo que en mí la porquería no pasaba de la piel. Sin embargo, se fue creyendo que mis piernas también eran huecas. Yo la observé sin que se diera cuenta unas dos veces en los 10 años que se quedó, no pude hacerlo más. Recuerdo mucho la forma de sus labios, la cuenca en su comisura, sus dientes blancos y su sonrisa de modelo de revistas. Aunque creo haberla visto una más, esa en la que creía que me hablaba de arte, pero sólo era de la mancha en su tobillo, esa en la que se percató de que sí era yo, el que todo lo podía y nada lograba, el motivo de su carcajada diaria; carcajada que era, para mí, como si después de sacar los pies de mi ciénaga me arrodillara a lamer entre sus dedos.